FLASHDANCE, TOP GUN Y LAS MUJERES

La sesión de Bang Bang de este sábado no sólo ha sido la que más rápido ha colgado el cartel de “No hay entradas”, también ha sido seguramente la que más mujeres ha tenido entre el público (yo creo que eran mayoría). Seguro que tuvo mucho que ver el recuerdo de los musculosos pilotos de la academia Top Gun, encabezados por un Tom Cruise lanzado ya como guaperas definitivo de una generación. Y es que las carpetas del instituto son tatuajes en la memoria.

Pero a juzgar por los comentarios, diría que para la mayor parte de las chicas que ayer se acercaron al Principal el verdadero tirón lo tenía Flashdance: los temazos de su banda sonora, su estética ochentera, sus atléticas coreografías enmarcadas en neones y la energía de una chica fuerte que persigue su sueño por encima de las dificultades. (Imposible no ver un hilo de influencia de Flashdance en la indescriptible Showgirls (1995) de Verhoeven, que sería algo así como su versión pornocapitalista).

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Flashdance (1983) y Top Gun (1986) son coetáneas. Entre las cosas (malas) que comparten está la debilidad de sus guiones y su inconfundible sabor videoclipero. Ambas son más bien una sucesión de momentos sueltos, sin una estructura que merezca tal nombre. Top Gun son combates aéreos, bravuconadas de instituto, despegues y aterrizajes… Todo ello aderezado con grandes dosis de un patrioterismo yanqui que ya se veía ganador de la Guerra Fría (tres años después caerá el Muro). Flashdance consiste en números de baile y ensayos, en ensayos y números de baile, apenas hilados por una historia de amor tontorrona y sin desarrollo dramático ni fuerza interpretativa.

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Esta ausencia de guion es más disculpable en Flashdance, pues se trata de una película emparentada con el musical, y aunque los mejores exponentes del género sí cuentan con guiones sólidos (pensemos en Cantando bajo la lluvia o Cabaret, por ejemplo), el musical siempre tiene algo de narración interrumpida, ya que el protagonismo recae, obviamente, en los números musicales. La ausencia de película propiamente dicha en Top Gun ya es menos defendible. Lo ha resumido con gracia y acierto hace poco Juan Sanguino en un artículo desmitificador que no gustó a todo el mundo.

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Hay otra semejanza entre ambas películas que en realidad sirve para mostrar una diferencia importante. Tanto en Flashdance como en Top Gun hay dos mujeres fuertes: Alex (Jennifer Beals), protagonista de la primera, y Charlie (Kelly McGillis), la brillante ingeniera aeronáutica e instructora de la academia de pilotos. Son dos personajes que reflejan que a mediados de los ochenta la incipiente emancipación de las mujeres estaba llegando tímidamente también a Hollywood (eso sí, tan tímidamente, que 35 años después estamos en plena campaña #metoo).

Sin embargo, a pesar de ser una mujer con poder y carácter, el personaje de Charlie queda enseguida anulado por la testosterona voladora de Top Gun, un universo machista en el que las mujeres, por fuertes que sean, quedan reducidas a la condición de “chicas de”. Esto queda burdamente simbolizado en el primer plano de una mujer en la película, que es en realidad el plano de un muslo de mujer en el bar de los pilotos…

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Flashdance, en cambio, a su manera es casi una película feminista. Y no sólo porque su protagonista sea una mujer, sino porque es una mujer segura e independiente que quiere conseguir su sueño por sí misma. Es cierto que Alex se enamora de su jefe, Nick (Michael Nouri), un soltero de oro y rico empresario que pasea su pelazo ochentero en un Porsche. Pero Alex se resiste en todo momento a su (in)voluntario paternalismo, e incluso se plantea abandonarlo si se convierte en un obstáculo para su autonomía.

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Quizá lo mejor de la película sea la manera en la que el baile heterodoxo y autodidacta de Alex funciona como metáfora de su rebeldía y su deseo de libertad. Un baile distinto para una mujer distinta que quiere dejar atrás las convenciones que la anulan y le impiden ser quien es.

La historia de amor de Flashdance se mantiene todavía en los límites del tópico chico-chica, pero empieza a ponerlos en cuestión, lo que queda muy bien reflejado en el cierre de la película: Alex acude a la prueba de acceso, supera sus nervios y consigue el ingreso en la prestigiosa escuela de baile. La escena final, en la que él está esperándola a ella, es una clara inversión del esquema habitual en el que el héroe regresa a casa tras su victoria, al lado de la mujer que lo aguarda enamorada y orgullosa. Aquí es ella quien vuelve triunfante. Es cierto que aún parece necesario que la chica se hunda risueña en el pecho del chico para que la felicidad sea completa, pero algo es algo. Un pequeño paso, de baile, en un largo camino aún por recorrer.

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