Es curioso cómo la memoria juega con los recuerdos. Cuando echamos la vista atrás e intentamos recordar detalles de una experiencia pasada, hay momentos importantes de los que apenas retenemos nada y cosas aparentemente insignificantes de las que podemos contar hasta el más mínimo detalle.
Hace unas semanas me encontré con unas cuantas fotos antiguas en las que aparecían cines de Donostia que ya no existen e intenté recordar la última entrada que había comprado en cada uno de ellos.
Fue imposible. Recordaba escenas que había visto en esas salas pero era incapaz de recordar la última vez que las había visitado. Tampoco podía recordar la primera, y aunque estoy seguro de que vi grandes películas en todos ellos, eran otros títulos los que por una u otra razón me venían a la mente.
Al pensar en el Amaya me venia a la cabeza ‘Las aventuras de Chatran‘ una película infantil japonesa que vi con mi hermana en aquella sala. Yo ya empezaba a ser mayor para ese tipo de cine, pero a ella le entusiasmaron aquellos animales parlantes.
Mi recuerdo especial del Miramar es para ‘Cobra‘ y lo que hizo especial aquella sesión es que fue la primera vez que fui a ver una película solo. Mi hermana era demasiado pequeña y mi padre no estaba aquel día, así que a pesar de alguna pega por parte de mi madre me dejaron en la puerta y me recogieron a la salida. Sé que sólo fueron 90 minutos, pero en aquel momento significó toda una aventura.
Con el Savoy pienso en la enorme pantalla y me vienen a la memoria ‘El Rey Pescador‘ y ‘Dracula‘. La primera, por ser la primera película que vi con la que hoy es mi mujer, y la segunda, por el sofocante calor provocado por una sala llena con la calefacción a tope, lo que hizo que tuviera que salir a refrescarme. Y no lo olvido porque todavía hoy odio tener que salir de una sala durante la proyección.
En el Rex vi ‘The Punisher‘, terrible serie B que ni siquiera me gustó en su momento a pesar de que en aquella época cada estreno cinematográfico relacionado con el cómic lo esperaba como agua de mayo. Marvel y DC debieron de escuchar mis plegarias y mirad la que he liado…
Sobre el Astoria os contaré una historia que sucedió durante el Zinemaldia. En la edición de 1994 Danny Boyle estrenó ‘Shallow Grave‘ y se volvió a casa con el premio al mejor director. Pero días antes de ganar la Concha de Plata le pudo la curiosidad y se acercó al Astoria 3 para ver en primera persona la reacción de la sala ante su película. Sentado justo detrás de donde yo estaba, le vi cuchichear y levantar la cabeza intentando adivinar las reacciones de la gente en alguna de las escenas. Creo recordar que Ewan McGregor también estaba a su lado, pero no estoy seguro. Quizás alguien que lea esto pueda confirmármelo.
Recordando el Petit Casino me viene a la cabeza una película que NO vi allí: ‘Cómo sobrevivir a la familia‘. Esto sucedió durante la Semana de Terror: habíamos quedado con un amigo para ver una peli y nos comentó que llegaría tarde, así que quedamos que nosotros entrábamos y él se nos unía en cuanto pudiera. Como llegaba realmente tarde y no había estado nunca en el Terror se equivocó de cine y en vez de en el Principal acabó entrando en el Pequeño Casino. El horario que le habíamos indicado coincidía con la película de Tom Selleck así que no dudó demasiado y entró. Nos encontramos a la salida y nos comentó que por el cartel ya le había parecido que no era de miedo…
Del Bellas Artes sólo tengo el recuerdo de ‘El desafío de las águilas‘. La programaron mucho tiempo después de su fecha de estreno original. Eran aquellos años en los que el taquillero y la persona de la puerta escrutaban tu DNI calculando si tenías los años para entrar. A mi padre le tocó rogar para que me dejaran pasar a la sala y al final entramos. Yo era demasiado pequeño y no creo que entendiera todo lo que pasó en pantalla, pero la experiencia fue inolvidable. Me dejó tal huella que todavía hoy me emociono cada vez que veo la escena del teleférico.
Podría extenderme aún más contando historias sobre salas que, aunque permanecen abiertas, son muy distintas de las que conocimos. Pero sería enrollarme demasiado. Y además ya hace un rato que estoy dudando sobre cuánto de lo que he puesto en estas líneas es real y cuánto ha manipulado mi tramposa memoria.