¿Qué tienen en común Birdman, Forrest Gump y El discurso del rey? Aparentemente, poco.
Y sin embargo, cada vez que pienso en la película de Iñárritu me vienen a la cabeza las otras dos como si formaran parte de una santa trinidad indivisible.
Soy el primero que piensa que al salir de una proyección es mejor dejar pasar un tiempo antes de juzgar lo que se ha visto. Muchas veces, con el paso de las horas, o de los días, las ideas que parecían absolutamente claras varían, y se aprecian matices que en primera instancia no parecían relevantes. Y aquí estoy, un mes después, intentando valorar Birdman, y mi opinión sigue siendo la misma que cuando salí de la sala.
Mi mayor problema con Birdman es que no conecté con ella. Supe apreciar sus valores y sus virtudes. Pero un gran despliegue técnico o interpretativo no es suficiente si lo que te cuentan no te llega.
Cuando eres capaz de oír el sonido de cada tecla al ser pulsada para conseguir el efecto buscado en el espectador, cuesta concentrarse en disfrutar de la historia. Y aquí el tecleo de los botones que Iñárritu aprieta una y otra vez es constante. A menudo incluso suenan más que la batería que acompaña el nervioso deambular de los actores por los infinitos pasillos del teatro donde se desarrolla la trama.
El peculiar montaje de la película, que simula un plano-secuencia único, limita la naturalidad de las interpretaciones, y a pesar de ello el trabajo de todos los actores es brillante. Aunque Michael Keaton y Edward Norton destaquen, Emma Stone, Naomi Watts y el resto de los secundarios están estupendos, como quedó reconocido con el premio que les otorgó el Sindicato de Actores a Mejor Reparto del año.
Uno de los temas en los que más se ha insistido durante la promoción ha sido en la similitud entre Keaton y Norton y los personajes que interpretan. Keaton hace el papel de Riggan, una antigua estrella que busca el reconocimiento de la crítica teatral, alejándose de los comerciales papeles que interpretaba en el cine. A Norton le toca el personaje más antipático: un brillante actor de difícil trato con el que la gente prefiere no trabajar debido a que su narcisismo y su carácter obsesivo pueden llegar a amenazar la viabilidad de los proyectos en que se embarca. ¿Resulta familiar?
Lo que en otras películas sería ingenioso aquí sólo sirve para evidenciar un gran defecto: la auto-consciencia de cada una de las decisiones tomadas durante la realización. No hay nada emocional, todo esta medido al milímetro.
Auto-consciencia que no impide disfrutar de la película, pero que para mi gusto la sitúa por debajo de otras que se han quedado privadas del reconocimiento de la Academia este año.
Y es aquí donde surge mi segundo y definitivo problema con Birdman. Echando la vista atrás no puedo evitar pensar que Forrest Gump ocupó el lugar que pertenecía a Pulp Fiction, y no me saco de la cabeza que fue un ENORME error que El discurso del rey ganara un premio que a todas luces merecía La red social.
A mi entender, al recibir el artificio de Birdman el reconocimiento que correspondía a la naturalidad de Boyhood, se ha caído en la trampa de premiar el envoltorio por encima del regalo, y se ha generado como consecuencia una ola de antipatía hacia la película.
Supongo que con cuatro Oscars en el bote se tolera bastante bien el no gustar a todo el mundo, pero seguro que molesta que te sitúen en el grupo de películas menores que se llevaron premios más grandes que ellas mismas.
Hay películas que están destinadas a marcar una época por su significado, incluso más allá de su calidad. Birdman no es una de ellas.