Escribo este post mientras la marmota Phil predice seis semanas más de invierno en los USA. Es una pena que el “invierno” de Donald Trump vaya a durar bastante más, aunque no puede descartarse que en mes y medio le dé tiempo a abocarnos a una guerra mundial, visto el ritmo trepidante de su delirio. Así que disfrutemos mientras podamos, por ejemplo viendo Atrapado en el tiempo (Groundhog Day, 1993).
La película parte de una idea sencilla pero muy potente: un hombre vive una y otra vez en un mismo día. Cada mañana, cuando se despierta, es nuevamente 2 de febrero, Día de la Marmota. El hombre en cuestión es Phil Connors (Bill Murray), un presentador del tiempo vanidoso y narcisista, que ha acudido a la diminuta localidad de Punxsutawney (Pensilvania) a cubrir en directo el vaticinio de la marmota más famosa del país. Le acompañan Rita (Andie MacDowell), su nueva productora, y Larry (Chris Elliott), el cámara.
Phil es un cínico y un borde, avinagrado por pensar que su carrera televisiva no marcha al ritmo de su talento. Cubierta la noticia, no ve la hora de marcharse del pueblo, pero una fuerte ventisca bloquea las carreteras y le obliga a rozarse unas horas más con los lugareños. Vuelve a su pequeño hotel y se acuesta pronto. A la mañana siguiente el despertador suena de nuevo a las 6:00, y volvemos a oír el “I got you, babe” de Sonny y Cher. Todo le resulta familiar a Phil, una especie de dejà vu. Todo se repite como el día anterior. Está atrapado en el Día de la Marmota. Atrapado en el tiempo (uno de esos títulos de traducción libre que mejora el original).
Hasta aquí la presentación de los personajes, y a partir de aquí la verdadera chicha: una película que combina a la perfección lo fantástico, la comedia romántica y la fábula moral. En este último punto, Atrapado en el tiempo se inspira en el Mr Scrooge de Cuento de Navidad, de Dickens (de hecho, cinco años antes, Bill Murray ha protagonizado Scrooged, conocida entre nosotros como Los fantasmas atacan al jefe). A esta influencia del personaje de Dickens hay que añadir también un toque Capra. Es imposible no pensar en Qué bello es vivir (1946), en el George Bailey que tiene la oportunidad de ver cómo hubiera sido el mundo sin él. Phil también saldrá transformado de una experiencia inexplicable, en su caso, vivir en el mismo día una y otra vez. Es importante reparar en que Phil vive EN el mismo día, no el mismo día: se repiten los elementos, pero ante ellos tiene la libertad de actuar de una u otra manera, lo que será clave en el posterior desarrollo de la película, en la que pueden establecerse tres fases o momentos.
Al principio, como es lógico, quedar atrapado en un eterno Día de la Marmota le parece a Phil una maldición. El espectador intuye que se trata de un castigo por ser un tipo desagradable y engreído. En esta primera fase Phil se arrastra como alma en pena, convencido de que está enfermo o trastornado. Pero no tardará en reaccionar. Aunque resignado, ve también una oportunidad, sólo que querrá aprovecharla de un modo acorde a su personalidad egoísta. En esta segunda fase, Phil utilizará la repetición del mismo día una y otra vez para sacar provecho ventajista en diferentes situaciones. También disfrutará de la libertad de que sus actos no tengan consecuencias, de que queden borrados en unas horas, al volver a despertarse: podrá ser temerario y decir lo que quiera. ¿Quién no querría algo así, al menos por un tiempo? Es también la manera que Phil tiene de vengarse de la cárcel de tiempo y provincianismo en que le han encerrado. En esta segunda fase, Phil también empieza a disfrutar de otra ventaja que le proporciona disponer de un tiempo ilimitado: puede aprender idiomas, a tocar el piano, a esculpir…
Pero Phil sigue viviendo estas oportunidades desde una visión estrecha. Sigue siendo el hombre egoísta, desganado y protestón que llegó a Punxsutawney. Sin embargo, las cosas cambiarán. El punto de inflexión lo marca el rechazo de Rita. Cuando parecía que iba a caer seducida por todos los recursos que Phil ha desarrollado como semidiós eterno, Rita se da cuenta de que todo ha respondido a un plan calculado. Desde ese momento Phil cae en una resignación distinta a la de la primera fase. Es una resignación serena, desde la que empieza a liberarse de su egoísmo. Poco a poco Phil se convierte en alguien que ayuda a los demás, amable, atento y paciente, que utiliza sus habilidades, pongámonos cursis, para hacer el bien. Y claro, siguiendo la línea azucarada de esta evolución, Rita, que desde un principio ha sentido algo por Phil, cae rendida a su nueva y bondadosa versión.
Es imposible no ver en la moraleja de este cuento bien armado que es Atrapado en el tiempo un aroma conservador, ya que el amor de Phil y Rita trae consigo también una alabanza a la vida sencilla de la pequeña comunidad, con su repertorio de valores tradicionales. Es el toque Capra del que hablábamos antes, y que le deja a uno pensando (o al menos a mí): “¿Por qué no pueden ser así las cosas?”. Pero claro, luego sale en el telediario Donald Trump…
En cualquier caso, Phil ha superado la prueba a la que le han sometido: ha comprendido que el amor es la respuesta; la única fuerza capaz de transformar una eternidad anodina y repetitiva (una metáfora de nuestra vida cotidiana) en una existencia feliz. Lo que era una maldición se ha revelado como un regalo.