EL AÑO DE LA DIVERSIDAD

Llega la ceremonia de los Oscars y aquí estoy un año más, defendiendo a la Academia y, cómo no, defendiendo las películas nominadas

Si hay algo a mi parecer que destaca entre las seleccionadas de este año es la diversidad de géneros. Entre las nueve nominadas a mejor película encontramos ciencia ficción, cine bélico, cine negro, cine musical, dramas, biopics o incluso una adaptación teatral. Haré un breve análisis de todas ellas.

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Lion es uno de los dos biopics nominados y la peor de las seleccionadas este año. La historia sigue a un niño a lo largo de su vida con un primer segmento en el que se separa de su familia en la India, y un segundo en el que se dedica a intentar localizarla desde Australia. Entre las muchas cosas que no funcionan de la película destacaría los ridículos e innecesarios subrayados del paso del tiempo mediante sobreimpresiones en pantalla y los caprichosos cambios en el comportamiento de los protagonistas. No negaré ciertos méritos técnicos, como la fotografía, y alguna escena potente, como la cacería de niños en los túneles de la estación de tren, pero ésta es, sin duda, la película que menos me ha gustado de las nominadas.

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Fences es la adaptación de una obra de teatro muy importante y reconocida en los EEUU. Protagonizada por Denzel Washington y una soberbia Viola Davis, se trata de una amarga historia sobre un matrimonio en el Pittsburgh de los años 50. Demasiado fiel a su origen teatral (no veremos más de un par de localizaciones en la película), sus 140 minutos acaban pesando. Por otra parte, Denzel es un gran actor y aquí realiza un espectacular tour de force, pero se hubiera beneficiado de un director con más experiencia que hubiese puesto freno a una interpretación desbocada y que por momentos tiene demasiado tufo noventero.

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Hasta el último hombre es el regreso de Mel Gibson a Hollywood y demuestra que la Academia y la Industria perdonan todo si tienes el talento suficiente para hacerles ganar dinero. Película muy clásica por momentos y muy valiente en otros, cuenta la historia de Desmond, un objetor de conciencia que consiguió enrolarse en el ejercito norteamericano, luchar en la batalla de Okinawa y ganar una Medalla al Valor por su desempeño en la misma.

La película se divide en tres partes: la primera y muy floja se desarrolla en la infancia y la adolescencia del protagonista e intenta explicar el origen de su objeción de conciencia. En la segunda vemos el periodo de entrenamiento y los conflictos que acarrea su postura entre los mandos de su pelotón. Sin estar mal, esta parte suena a muy vista y no acaba de funcionar, sobre todo por un par de errores de casting que dificultan la conexión con la historia. Pero por fin, en la tercera parte, llegamos a Okinawa y sólo podemos aplaudir y admirar cómo la película explota y nos brinda algunas de las mejores escenas de batalla que hemos visto en el cine. Admirable.

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Figuras ocultas es el otro biopic de la carrera. En este caso, clásico y sencillo pero a la vez muy efectivo. Una película que no engaña y que da lo que promete. Relata la historia de tres mujeres negras que deben luchar en la NASA de los años 60 para conseguir el reconocimiento que merecen y lograr sus objetivos profesionales.

La película se beneficia del talento y carisma de las tres protagonistas y de un puñado de secundarios de lujo, y sabe sacar chispas de una de esas historias de superación que tan buen resultado dan en el cine. Optimista, divertida y, sobre todo, ENTRETENIDA, Figuras ocultas es una película tan olvidable como disfrutable.

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Manchester by the Sea, con una narración ligeramente fragmentada entre presente y pasado, nos muestra el regreso del personaje interpretado por un sobrio pero inmenso Casey Affleck al pueblo donde residía para hacerse cargo de su sobrino tras el fallecimiento de su hermano.

Una historia absolutamente desoladora que Kenneth Lonergan, director con mucha habilidad, nos va descubriendo sin prisa, haciendo que cada pieza del puzzle aparezca en el momento adecuado para rompernos poco a poco. Resulta admirable que con un ambiente tan opresivo y deprimente, el director sea capaz de salpicar la acción con pinceladas de humor sin romper el tono de la película.

Y ahora vamos con mis cuatro favoritas del año. Cuatro películas tan brillantes que podrían intercambiar sin problemas sus puestos en mi top. Cualquiera de ellas reúne méritos como para ser una película de referencia. Y sobre todo, cada una es la mejor película que puede ser. O casi.

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Moonlight es un prodigio. La película se divide en tres capítulos, y en cada uno de ellos vemos una época de la vida del protagonista. En el primero, es sólo un niño que busca respuestas y que no las puede encontrar en un padre ausente y una madre camino del abismo. Es en ese momento cuando aparecerán dos personajes que le marcarán de por vida: Teresa y Juan, un traficante de drogas interpretado magistralmente por Mahershala Ali y que ejercerá de figura paterna demostrando por el camino que su “trabajo” no es más que eso: un trabajo que desempeña de manera profesional y que no le define como persona. La humanidad de cada una de las miradas y el cariño de cada uno de sus gestos son de esas imágenes que se quedan grabadas. Tendremos mucho tiempo en la memoria esa conversación en la mesa.

En el segundo capítulo vemos al protagonista en su adolescencia intentando descubrir quién es y sorteando las dificultades que su identidad sexual le provoca en una ambiente terriblemente hostil. Por primera vez Chirón, el protagonista, se permite sonreír, entendiendo y aceptando su homosexualidad. A pesar de una realidad deprimente, sueña con un futuro en el que pueda ser él mismo. Lamentablemente es sólo eso, un sueño. Un dramático giro dejará eso en evidencia.

En el último capítulo de la historia vemos a Chirón convertido en un hombre. Ha seguido el modelo que le marcó en su infancia y se ha protegido mediante una armadura de músculos y dientes de oro. Una armadura que no le permite conectar con nadie que haya entrado en su vida después del incidente que le obligó a madurar. Es en ese momento cuando una persona importante en su pasado regresa y vemos una oportunidad para él.

Arrancaba diciendo que Moonlight es un prodigio, y es que técnicamente es apabullante: la fotografiá, el montaje, el uso de la música o las interpretaciones son increíbles. No es una película para recomendar a todo tipo de espectador, pero sí es ese regalo que guardas para aquéllos que sabes que la van a disfrutar. Para aquéllos que van a valorar lo especial de una película que te conmoverá sin tener que robarte una lágrima manipulándote. Una película que no olvidarás.

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La llegada es un triunfo por muchos motivos. Es un triunfo por ser la consagración de Villeneuve; es un triunfo por adaptar una historia inadaptable, y es un triunfo por devolver la ciencia ficción a los Oscars con una historia que va más allá de la aventura de Gravity o The Martian.

La llegada de alienígenas a la tierra pone a la sociedad en jaque y todas las naciones se preparan para el encuentro afrontándolo de diferentes maneras. Asumiendo que el intento de comunicación es imprescindible, el gobierno norteamericano se pone en manos de una lingüista para intentar entender el propósito de la visita.

Visualmente muy potente y con un manejo del sonido prodigioso, La llegada consigue generar un ambiente opresivo e inmersivo. Dentro de las interpretaciones hay que mencionar a una inmensa e injustamente olvidada en las nominaciones Amy Adams, que consigue transmitir la ansiedad de alguien consciente de tener el futuro de la humanidad en sus manos.

Pero si por algo destaca la película es por saber combinar en su historia la parte más cerebral, la que tiene que ver con la comunicación con los visitantes, y la parte más emocional, la relacionada con la protagonista, y que en el último tramo de la película desemboca en una catarsis apoyada por la música de Max Richter; una comprensión que te emociona hasta el aplauso.

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La La Land es claramente la película del año. En ella, un músico y una actriz en busca del éxito se encuentran una y otra vez en las calles y autopistas de Los Ángeles hasta que comprenden que están hechos el uno para el otro… o no.

Ninguna otra película ha generado tanta conversación y tantos debates como La La Land en esta temporada de premios. Algunos la acusan de ser un (falso) musical descompensado e irregular, con unos protagonistas que no están a la altura en las escenas de baile y canto. Otros aplauden una película optimista y luminosa que celebra el amor, la música y la persecución de los sueños. Y puede que ninguna de las dos corrientes se equivoque, pero sobre lo que no debe haber duda es sobre que La La Land es una película construida y pensada hasta el mínimo detalle. Una preciosidad que brilla en cada escena con una banda sonora que te hará vibrar y sonreír, con dos actores protagonistas que son capaces de cubrir sus limitaciones con una sobredosis de carisma y entrega, con un guión sin sorpresas pero con grandes frases y que no tiene miedo a ser amargo cuando lo pide la historia. Hay una gran frase en la película: Mia, el personaje de Emma Stone, dice “la gente irá porque lo que haces te apasiona y eso le encanta a la gente. Les recuerdas lo que olvidaron”. Ése es el espíritu con el que Chazelle ha construido esta película y, salvando las distancias, es el espíritu con el que está construido Bang Bang.

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Comanchería es la última de las películas nominadas este año. David McKenzie, director británico, es el encargado de llevar a la pantalla el magnifico guión de Taylor Sheridan, en el que se nos cuenta la historia de dos hermanos que para cumplir su plan se dedican a atracar bancos en una Texas desolada mientras son perseguidos por un Ranger interpretado por Jeff Bridges y su compañero de origen comanche.

Debo admitir que esta película partía con ventaja para colarse en mi top del año por su género y ambientación. También jugaban a su favor el ritmo y su tono tan árido como el paisaje que rodea a la historia. Pero es que Comanchería va más allá. La película hace un retrato perfecto de un estilo de vida sin esperanza desde mucho antes de que Trump llegara a la presidencia de los EEUU. De una parte del país y de unas personas que ya hace tiempo se rindieron y aceptaron que el mundo les había dejado atrás. Y no sólo es eso: la película también sabe mostrar dos relaciones quizás no muy distintas entre sí. La de los dos compañeros y la de los dos hermanos. Unas relaciones forjadas de manera involuntaria pero que se mantienen hasta la muerte y que se definen por esta frase: “- Entonces, ¿por qué aceptaste hacerlo? – Porque tú me lo pediste, hermanito”.

En resumen, un buen año para los Oscars, con cuatro películas sensacionales, una muy buena, otras dos sólo buenas, una correcta… y ese desastre que es Lion.

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