Es habitual que cuando se habla de una película que te gusta se diga eso de “Me quedaría a vivir en…”, dando a entender que la localización, el ambiente o el mundo en el que se desarrolla la historia es un lugar feliz.
No creo que nadie saliera el pasado sábado de la sesión de Bang Bang pensando en quedarse a vivir en la gélida y árida Fildelfia de Rocky o en el infierno de ciudad en la que se desarrolla Seven. Pero al mismo tiempo estoy seguro de que muchísimos de los que estuvimos en el Principal hubiésemos firmado a ciegas quedarnos a vivir en Bang Bang.
Porque como pudimos leer en las redes a la mañana siguiente, habíamos logrado una vez más que una selección de películas arriesgada se convirtiera en un exitazo que todo el mundo disfrutó.
A priori podía parecer que la sesión no reunía algunas de las condiciones que implica nuestra marca (Rocky es demasiado drama y Seven demasiado oscura), pero se demostró que un público a favor puede generar una energía que cambie el ambiente de la sala.
Es como si todos hubiésemos elegido obviar las penurias y la tristeza del día a día de Rocky y hubiésemos preferido centrarnos en la historia de superación, en sus logros o en la historia de amor. De esa manera, cuando llegó el combate, la sala entera estaba entusiasmada con El Potro Italiano y se celebraba cada puñetazo y cada finta con una ovación. De hecho, cuando en la película el público que llena el recinto grita el nombre de Rocky, en el Principal se repitió el fenómeno y todos a la vez corearon el nombre de nuestro héroe.
La frase más escuchada tras acabar la película fue “no recordaba que fuera tan buena”, e incluso algunas personas nos felicitaron por presentarles a Rocky, a quien definieron como “un tío de puta madre.”
Y después de un pequeño descanso llegó la hora de Seven, una película adorada por la crítica y reverenciada por el público de Bang Bang. La segunda visita de Fincher a nuestra programación (la anterior fue El club de la lucha) fue recibida con el absoluto silencio que se dedica a esas películas en las que te da miedo hacer un comentario a tu compañero de butaca para no perderte ningún detalle, y que resultan tan hipnóticas que casi se te olvida respirar.
Dejando a un lado las películas, la tarde fue tan genial como siempre. Aunque los primeros en llegar pasaron casi dos horas de cola para coger los mejores sitios de la sala, el clima se alió con ellos y no cayó ni una gota durante la espera. Además, la conversación y la buena compañía hizo que el tiempo pasara volando (por lo menos eso nos han contado).
Nosotros bastante teníamos con los últimos retoques y con rematar a tiempo el photocall que diseñamos para la ocasión, y que consistía en siete grandes pantallas en las que los siete pecados capitales rulaban en bucle acompañados de imágenes que los representaban. Sabemos que algunos y algunas echaron de menos las pelucas y los cachivaches para hacer el gamberro de otras veces, pero no os preocupéis, porque volverán e intentaremos que sean más gamberros que nunca.
El photocall no fue la única sorpresa de la noche. En uno de nuestros montajes habituales subimos a una veterana y a un debutante al escenario, donde tuvieron que superar diferentes pruebas para conseguir el título de Campeón de los Pesos Bang Bang. El debutante en un primer momento demostró controlar lo de saltar a la cuerda, pero cuando llegó la prueba de las escaleras y de estilo golpeando el saco, la veterana, que además cumplía años, dio una lección de entusiasmo y acabó metiéndose al público en el bolsillo. Hubo unanimidad a la hora de declararla ganadora.
En el escenario ya solo quedaba anunciar las películas de febrero. Esa sesión que se caracteriza por caer cerca de San Valentín y en la que nos tiramos a la piscina seleccionando títulos que inviten al baile y al cachondeo. Las películas presentadas fueron Flashdance, un clásico musical de los 80, y Top Gun. Ya es hora de que Tom Cruise se estrene en Bang Bang, y qué mejor que con la película que lo encumbró como la mayor estrella de cine de la época.

Quedan dos meses para volver a pasar una tarde en nuestro feliz tierra del Principal. Hasta entonces dedicaremos nuestro tiempo a ensayar los pasos de baile y a preparar el dress-code para la ocasión. Ya sabéis: mallas, calentadores, chupa de aviador y gafas de sol. En febrero toca darlo TODO.