La barbarie es el estado natural de la humanidad […] La civilización, en cambio, es artificial, es un capricho de los tiempos. La barbarie ha de triunfar siempre al final.
Robert E. Howard: “Más allá del río Negro”.
El personaje de Conan , que ya ha cumplido 84 años, sigue siendo uno de los grandes mitos de la literatura que ha traspasado géneros protagonizando películas, dibujos animados, videojuegos, series de televisión, cómics, etc. Esto le ha convertido en uno de los personajes más famoso del género literario conocido como espada y brujería.
Conan nace en 1932 de la mano de Robert E. Howard, que había inventado el género de la fantasía heroica. Los estudiosos dicen que “Conan fue un vertido de personajes de los pulps: el púgil expeditivo, el detective insobornable, el imbatible espadachín, y el buen salvaje colonizador, como Tarzán, entre otros”. El primer personaje de Howard fué Kull de Atlantis (1929). De un relato rechazado de Kull nació Conan, que le superó pronto en popularidad y siguió corriendo aventuras hasta la muerte del autor en 1936.
El Conan original es distinto del que ha ido llegando hasta nosotros. Manuel Berrero, un gran investigador de la historia del cómic, dice que “el personaje, así como gran parte del género, sufrió una perversión en su paso por otros medios. El Conan original era símbolo de ciertos valores de principio del siglo XX que hoy difícilmente se pueden entender, como el rechazo al maniqueísmo galopante, la evocación de los valores tradicionales, la confianza entre los hombres, el honor…”
Según Barrero, desde los años sesenta los que reeditaron la obra de Howard manipularon sus relatos y aportaron otros nuevos que transformaron al personaje en un tipo más violento, más codicioso y brutal “En un estandarte de los valores imperialistas americanos incluso. Y eso se deslizó en el imaginario popular y en la película de John Milius” Barroso intenta demostrar que “ni el Conan original ni Howard mismo transmitían valores vinculados al fascismo, al sexismo, o al racismo, como se cree”
Robert E. Howard (1906 – 1936) estaba interesado, ciertamente, en los conflictos entre la civilización y la barbarie (con una clara preferencia por esta última), las teorías geológicas e históricas, la decadencia de las razas, y la eugenesia. Amaba las fantasías de mundos salvajes y legendarios cercanos a la mitología celta con tribus nómadas y bárbaras. Concibió una época conocida como “Epoca Hiboria” situada hace unos doce mil años a caballo entre la Prehistoria y la Historia, en la cual la Atlántida todavía no se había sumergido y las primeras civilizaciones históricas aún no había aparecido.
Los autores de su tiempo le imitaron ya alabaron (Lovecraft entre ellos), muchos dicen que fue seguido por Tolkien, y el mismo Stephen King siempre le ha considerado un maestro de lo sobrenatural.
Tuvo una vida complicada, con fuertes depresiones desde los diecisiete años, y con una madre sobreprotectora. La relación con su madre era tan estrecha que el 11 de junio de 1936 hacia las ocho de la mañana, después de que su madre entrara en coma debido a la tuberculosis, Howard se sentó en la parte delantera de su coche y se pegó un tiro en la cabeza. Su madre falleció al día siguiente. Compartieron funeral el 14 de junio.
En 1996 se estrenó la película “The Whole Wide World”, basada en su vida, y protagonizada por Vincent D’Onofrio.
El primer salto a la fama de Conan vino de la mano del éxito de los cómics (en los años 70 era tan popular como Superman) y de los distintos ilustradores de portadas de las novelas, destacando Roy G. Krenkel en los cincuenta, que le daba un aire antiguo, George Barr en los sesenta, y Frank Frazetta en los setenta, que configuró su imagen más barbárica. En los cómics destacaron Barry W. Smith, que hizo de él un héroe romántico, y John Buscema, que terminó de modelar la metamorfosis del personaje aportando la imagen más difundida, la del culturista de apariencia feroz.
Y llegó el salto a la pantalla. Tras avatares varios la productora de Dino de Laurentis decidió encargar la dirección a John Millius (que venía de elaborar los guiones de Apocalypse Now y Harry el Fuerte) y el guión a Oliver Stone (que sin haber leído ni uno de los relatos de Howard, se incorporó a “Conan el bárbaro” como guionista gracias a la fama que “El expreso de medianoche “ le había procurado). Si bien se habían elegido otros escenarios para el rodaje, este recaló finalmente en tierras de Cuenca y Almeria, donde ya se había rodado grandes superproducciones de Samuel Bronston como “55 días en Pekín”, “La caída del imperio romano” o “El Cid”.
El gran diseño de producción lo firmaría Ron Cobb, que después trabajaría en filmes como “La guerra de las galaxias”, “Alien” y “En busca del Arca perdida”.
Este Conan de cine se aleja del personaje literario. Un tipo tan inflado como Arnold era un prototipo de héroe de acción del gusto del público de los ochenta y por eso caló, al igual que el resto de “bárbaros del cine” que surgieron a su sombra. Tanto el personaje de Conan como la propia historia son mucho más “básicos” que el original.
La historia que cuenta la película se ciñe básicamente a la creación y el origen del héroe. En esencia es un relato de venganza.
“La venganza sería la satisfacción conquistada por la propia mano de los agravios o daños recibidos y es posible que, ya desde muy pronto, las ausencias de la madre provoquen en el niño respuestas que algo tienen que ver con la venganza (…) el niño, más tarde, tratará de vengarse de muy diferentes maneras, a veces contando mentiras, a veces maquillando la verdad, a veces recurriendo a la calumnia, cuando no a la violencia física”. Esto dice Jesús Ferrero en su libro “Las experiencias del deseo”.
De las posibilidades de venganza que tiene ante sí, el pequeño Conan acaba eligiendo la “violencia física”, probablemente porque cualquiera de las otras opciones requieren tener un buen discurso o un buen cerebro, y nuestro protagonista no está demasiado dotado de ninguno de esos atributos. Al fin y al cabo Conan es un superviviente nato, que lo resuelve todo a golpes. Su creador decía que sus personajes son muy elementales y que sus seguidores y lectores no esperan que el héroe salga airoso gracias al ingenio sino que se abra camino a base de golpes y estocadas. Así pues la película es un periplo en busca en busca de la venganza por la muerte de su familia. Quizás, poniéndonos en plan terapia, puede haber un cierto paralelismo entre esta historia de venganza por la muerte de la madre y la propia historia de Robert E. Howard con su propia madre. Quien sabe.
La película supuso un antes y un después, un auténtico bombazo iconográfico y cultural. Con sus treinta y tres años cumplidos, hay que reconocer que mantiene una buena armonía. Tiene unos decorados logrados, una producción excelente y una coreografía de lucha muy buena para lo que se podía hacer. Y comparada con muchas de las actuales películas de aventuras (con tantos medios a su alcance) saldría ganadora en muchos terrenos.
De cualquier modo, lo indiscutible es que Conan se ha convertido en uno de esos personajes básicos de la cultura popular y su esencia puede rastrearse en muchos personajes de acción, desde Indiana Jones al Doctor Who, pasando por muchos protagonistas del actual cine fantástico (El Rey Escorpión, El Príncipe de Persia) o del épico (300, Furia de Titanes).
Tantos años después de su nacimiento, el bárbaro sigue triunfando.
P. D. Además de recomendar la película, aquellos que no conozcáis ni los cómics ni las novelas, animaos a descubrirlas. Y por supuesto recomendaros que vayáis donde los amigos de Armageddon Cómic, en Donostia, una tienda de referencia..