Sí, amigos (y sobre todo amigas), en Bang Bang Zinema también hay sitio para Dirty Dancing (1987). Puede que no sea una película que destaque por su realización, ni por su guión, ni por las interpretaciones de sus protagonistas, y seguramente tendrá razón quien señale su horterismo y su cursilería, pero al mismo tiempo nadie puede negar que se ha convertido en una película icónica para toda una generación. Entonces, ¿cómo es posible que una película floja sea a la vez un fenómeno? Dejando de lado la enorme capacidad del cine de Hollywood para globalizar su gusto y su universo emocional, la película tiene dos bazas fundamentales: Patrick Swayze, en la cima de su buenorrismo, y una banda sonora en la que brillan grandes temas (I’ve had The Time of my Life, por ejemplo, ganó el Globo de Oro y el Oscar a la Mejor canción original).
Pero hay otras razones que pueden ayudarnos a explicar por qué Dirty Dancing ha quedado en la memoria de muchos y muchas. Creo que el principal es la mezcla de candor y picante sexual, un cocktail perfecto para el público preadolescente y adolescente de finales de los 80 y comienzos de los 90. Aunque la película es naif, hay planos y escenas de explícito contenido sexual, lo que le da al conjunto un aire pretendidamente rompedor. Johnny no deja de ser un ingenuo gigoló para mujeres ricas y maduras, a la par que un primer amor de verano para las hijas de aquéllas. En esa red cae Baby, pero a diferencia de con otras chicas, en este caso surge el amor entre ellos, que se convierte en un camino de dificultades a superar (diferencia social, prejuicios de clase) y que transforma a ambos personajes, haciéndoles madurar y entrar en la edad adulta.
Un acierto de la película es mostrar a Baby como una mujer fuerte, no una frágil princesa de familia acomodada. El amor por Johnny y por el baile es su manera de afirmarse, de crecer y de romper con la hipocresía y la doble moral de la generación de sus padres. La relación entre ambos es el símbolo de la nueva Norteamérica de Kennedy (la trama se sitúa en el verano de 1963, apenas unos meses antes de su asesinato, en noviembre de ese año), la Norteamérica que desembocará en breve en el pacifismo y el movimiento hippy.
Romanticismo sexy, baile, amor que debe enfrentar obstáculos y crítica social envueltos por una música pegadiza, por una buena química entre los protagonistas y por una atmósfera de romance veraniego. Nada más, pero tampoco nada menos. Que suene bien alto en Bang bang The Time of My Life.