Maravillosamente filmada…. Una estructura narrativa sorprendente… Creatividad estética desbordante… Guiños cinéfilos impactantes para el público… Banda sonora impecablemente elegida… Fusión de códigos y géneros… Todo un clásico del cine moderno… La película es universalmente reconocida como quizás el principal referente de la cultura popular contemporánea, formando muchos de sus diálogos o escenas parte del acervo occidental ¿Qué más se puede decir?
Nada. “Puto silencio”, como diría Carl Showalter, el personaje que interpreta Steve Buscemi en Fargo.
Pero, igual que Buscemi, tampoco soy capaz de estar callado y tengo algunas cosas que decir respecto a esta película, que me provoca sensaciones encontradas. Y casi voy a hacer lo mismo que hacía el filósofo griego (siento el toque pedante) Georgias de Leontinos, un tipo que tenía una pedrada muy particular que consistía en acudir a lugares públicos donde defendía encarnizadamente una tesis relativa a una cuestión cualquiera; una vez derrotados y convencidos sus interlocutores, comenzaba a defender la tesis contraria hasta doblegar nuevamente a quien interviniese en la disputa, y así sucesivamente contra-argumentaba, y recontra-argumentaba, una y otra vez.
Bueno. Pues algo de eso me pasa a mí con Pulp Fiction. Soy capaz de afirmar tanto que es una película algo sobrevalorada como que es una película imprescindible para entender buena parte del cine actual.
Quizás las dos afirmaciones no sean tan antagónicas.
Por empezar por algún sitio, me voy a una de las claves de la película: el montaje. Al principio parece que no hay un orden, que alguien coge las piezas y las desmonta sólo por gusto. El espectador se desconcierta hasta que al final todo va encajando y las piezas van componiendo un todo. El efecto es una sensación de desconcierto, a la vez de que podemos ver la película desde cualquier ángulo. Si alguien ha leído la novela “Rayuela”, de Julio Cortázar, sabrá a qué me refiero. Todo parece estar (y está) desordenado, pero acaba adquiriendo una cronología y un sentido. El montaje es quizás el gran mérito de la película: Ayuda muchísimo a encajar piezas y a que el espectador las reúna inconscientemente, dándole una sensación de adicción al relato que ve. Además, el montaje parece que se esté viendo desde una perspectiva real, porque Tarantino consigue lo mejor: que vivamos el caos que viven los protagonistas, la sensación de que cualquier cosa puede pasar.
Otra de las alabanzas habituales se centra en el guión. Muy ingenioso sin ninguna duda. Muchas de sus frases perduran. Algunas de sus secuencias siguen impregnadas en la memoria de los que la ven. Nos encontramos con un guión que quiere romper con los moldes. Tanto en la narrativa, en la que aborda una nueva forma de contar una historia violenta de gángsters (pero con apenas cinco minutos de violencia explícita en todo el metraje), como a la hora de aglutinar referencias, dotarlas de su personal visión y mostrarlas de un modo del todo fascinante, brillante y con un dominio de la narración inesperado. Aunque mucho de ‘Pulp Fiction’ se apunta ya en ‘Reservoir Dogs’, aquí Tarantino prescinde de la atmósfera claustrofóbica para presentarnos una historia fragmentada, pero hilada con unos diálogos sobresalientes, que hacen avanzar la historia a un ritmo trepidante.
Pero en realidad, ¿qué cuenta la película? Apenas nada. Una historia mínima. Dos sicarios (Jules y Vincent) con la tarea de recuperar el maletín de su jefe (Marcelus Wallace). Vincent también tiene que entretener a la esposa del jefe mientras él está fuera de la ciudad. Y Butch Coolidge, un boxeador al que Marcellus ha pagado para que pierda su próxima pelea. Y cómo estas personas se entrelazan en una serie de incidentes extraños.
Creo que Pulp Fiction, en este sentido, es una película que representa como pocas el lugar por el que discurren los gustos y las propuestas culturales en la sociedad actual: virtuosismo, tecnología, ingenio. Pero casi nada al otro lado.
A estas alturas ya se ha hablado en innumerables ocasiones de las variopintas referencias a las que acude Tarantino en sus películas, y del eterno debate entre plagio y homenaje. Es difícil dilucidar de un modo objetivo esta cuestión; es cierto que la enfermiza cinefilia del autor tendrá algo que ver. Pero Tarantino ha hecho de ello una marca propia. Por más que uno quiera, es imposible hallar una sola escena limpia de «su toque». Aceptemos su papel en el ciclo del ecosistema cinematográfico: toma el alimento de sus ídolos, lo procesa y quienes le veneran aprovechan su producto.
Otra cosa es quiénes son sus ídolos, porque son legendarias ya las referencias al cine de subgéneros. A mí, sin embargo, me gusta pensar que en ese proceso de “copia” habrá también referencias más sólidas. Y me imagino ese comienzo con dos asesinos camino de sus víctimas. Hablando de cuestiones intrascendentes justo antes de liquidar a tiros a varios tipos. Y me gusta suponer la referencia a una película que me fascina, “Forajidos” (The Killers, Robert Siodmak, 1946). Por cierto que esta película se basa en un cuento de Heminghway, que a su vez tuvo gran influencia en el génro pulp, literatura efímera de libros baratos y comerciales que se publicó hasta la década de los 50 y a la que parece Quentin es gran aficionado. Pues bien, el caso es que en “Forajidos” también al comienzo de la película nos encontramos con dos asesinos que entran en un comedor del medio oeste a buscar a un tipo, “el Sueco” (Burt Lancaster), al que van a matar. Y también sus diálogos son intrascendentes primero, amenazantes después y finalmente letales. Ni más ni menos es el diálogo entre Vincent y Jules frente a los tres tipos que, sabemos, van a eliminar.
Y, por supuesto, es imposible eludir el tratamiento de la violencia, que tiene sus defensores y detractores. Lo cierto es que el tratamiento es implícito e indirecto. Hay una gran violencia verbal, pero no demasiada violencia explícita. Es una violencia sublimada y, dicen algunos críticos, “preciosista”, salpicada de unos diálogos frívolos que intercalan un cinismo y una cotidianeidad para con la violencia “insólitos” hasta entonces en el mundo del cine.
En cualquier caso se nos presentan primeros planos de tiroteos, la larga escena fragmentada del asesinato de los tipos que tienen el maletín de Marcellus Wallace, el “accidente” en el que Vincent le vuela de la cabeza a un tipo en el coche, por no hablar de la inyección de adrenalina o de toda la historia del violador Zed. Escenas que quedan impregnadas en nuestra memoria.
Muchos críticos dicen que esta violencia no tiene ningún “afán moralizador”. Tan sólo entretener, divertir y ofrecer un espectáculo de fuegos artificiales sublime a base de un guión sólido.
A mí esta afirmación me parece una estupidez. La única manera de abordar la violencia sin “afán moralizador” es cuando se presenta desde un punto de vista casi quirúrgico. Y no creo que eso ocurra en la película. Más bien al contrario. Lo que se pretende más bien es humanizar de alguna manera a unos personajes que son simples asesinos, buscando la empatía del espectador, sobre todo a través del humor. Y no es mi intención juzgar la moralidad o no del planteamiento de Tarantino. Lo que digo es que hablar de “neutralidad” en este caso es una tontería.
Otro ámbito de la película es el mundo de la cultura pop. No cabe duda de que cada ingrediente del explosivo combinado que es Pulp Fiction emana un atractivo aroma pop. Desde los escenarios y decorados (destacando el dinner Jack Rabbit Slim’s, personal incluido), al batiburrillo musical de éxitos de radiofórmula, temas surferos y rock & roll clásico que componen su banda sonora de aire setentero, que a la vez consigue ser un homenaje al cine de serie B, y que también aporta un cierto postmodernismo que tiene más de refrito que de originalidad, pero que en absoluto se le puede restar mérito (aunque también volvemos a las copias, como por ejemplo la famosa escena del baile está claramente inspirada en ‘Banda aparte’ de Jean-Luc Godard, 1964).
El humor negro. Incluso en los momentos más violentos Tarantino sabe desplegar ese humor, y prueba de ello lo vemos en la secuencia del asesinato en el coche. Para más inri, ese humor negro y ese aire tan peculiar se traslada a sus personajes, donde cada uno de ellos tiene una frase más personal que la anterior. Casi todos tienen su momento. Todos viven el eje en el que Tarantino les somete y les sacude sin piedad.
Pulp Fiction es, con sus bizarradas, una película imprescindible. Despliega una imaginería propia que se convierte en un espectáculo pirotécnico, que sin embargo ha desempeñado un papel relevante en la historia del cine. Es, en definitiva, una película que, si bien no tiene ningún sentido especial, sí que funciona como obra de arte, como referente y como una pieza de cine comercial. Algunos querrán un mensaje detrás, pero Tarantino no lo necesita y su película tampoco. Sólo hay que ver lo que deja tras de sí y lo poco que le ha castigado el paso del tiempo.
Bueno. Y esto es todo. Y ahora me voy a casa a que me dé un infarto
“- ¿No los odias?
– ¿El qué?
– Estos incómodos silencios. ¿Por qué creemos que es necesario decir gilipolleces para estar cómodos?
– No lo sé, es una buena pregunta.
– Entonces sabes que has dado con una persona especial. Puedes estar callado durante un puto minuto y compartir el silencio.”
Viva los sofistas!
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